6.- ¿Qué ha supuesto para ti introducirte en el cine quinqui?
El género del cine quinqui supuso para la época de la Transición española lo que el western o el cine de gangsters para el cine americano, una mitificación romántica de la figura del delincuente como héroe de leyenda. Recrear toda esa época y emular ese género eran también razones más que estimulantes para embarcarse en la adaptación del universo que propone Cercas. Pero había que pensar mucho en cómo hacerlo. Hoy día es imposible hacer una película como aquellas, su principal fuerza era que estaban interpretadas por sus propios protagonistas, los actores eran quinquis reales. Hoy todos están muertos, abatidos a balazos por la policía o muertos de sobredosis. Intentar algo manierista era ridículo, así que la mejor vía era la de la estilización: adoptar, igual que la novela, el punto de vista de Nacho, el chico protagonista que rememora todo aquello desde su recuerdo magnificado. Al fin y al cabo, fue la mejor etapa de su vida, la más emocionante, y ello permite recrear todo aquel universo desde una mirada romántica, llena de energía, y color, reflejando, por supuesto, los estilemas míticos del género, su música, su acción, su frescura, su aroma, su voluntad de denuncia…
7.-‘Las Leyes de la Frontera' retrata la Girona de 1978, con unos barrios que hoy ya casi no se conservan ¿Cómo habéis hecho para recrearlos? ¿Ha sido complicado?
Hacer época es siempre una labor esforzada pero a veces es más difícil recrear un tiempo cercano que muchos hemos vivido y cuyas señas de identidad no son tan difusas como, pongamos por caso, la Edad Media. Mi director de arte, Balter Gallart, tenía 18 años en el 78, el año en que transcurre la acción y su valiosa mirada resultaba de gran utilidad puesto que lo había vivido a la misma edad que tienen nuestros protagonistas. Mi gran director de fotografía, Carles Gusi también ha sido un magnífico cómplice en ese sentido puesto que estuvo detrás de películas como “Yo, el Vaquilla”. De alguna forma, este viaje resultaba complicado, sí, pero también muy estimulante porque era como sumergirse en el universo que ellos vivieron en su adolescencia y, en mi caso, o en el de mi co-guionista, el mundo de nuestra niñez. Yo tenía diez años en el 78 y Jorge alguno más y también sabíamos por ello de lo que hablábamos. El equilibrio perfecto entre la fidelidad a la época y la voluntad de estilización viene desde la misma configuración de los miembros del equipo, por ejemplo, la sensible figurinista Vinyet Escobar no vivió aquello directamente pero su pasión por la época y el exhaustivo buceo que hizo en las vestimentas del 78 han dado como fruto un vestuario tan fidedigno como atractivo para cualquier joven del presente. Sin ir más lejos, mi hija de quince años está enamorada de la ropa de los protagonistas que es para ella puro vintage. La película supone un viaje inmersivo en aquellos años. Una historia de amor contada con las maneras de un thriller y con el trasfondo histórico de la Transición, donde toda una sociedad trataba de comenzar a recorrer un nuevo camino con el pesado lastre de cuarenta años de represión, y donde unos jóvenes trataban de dar rienda suelta a sus sentimientos más allá de los dictados de sus mayores. Algo que las generaciones de hoy entienden igual que las de entonces.
8.-¿Qué hacía y cómo era Daniel Monzón en 1978?
A mí me pilló a caballo entre mi Mallorca natal y mi tierra de adopción, Valencia, donde pasé parte de la infancia y adolescencia. Igual que Nacho, el protagonista, yo era un chico de clase media que vivía al término de la ciudad. Desde mi ventana veía los arrabales de la urbe, los descampados por los que se movían los quinquis, a los que conocía de vista y me provocaban un sentimiento encontrado entre el temor y la fascinación. Me atracaron más de una vez pero también coincidía con ellos en parques, en el colegio e instituto y me mezclaba ocasionalmente con su mundo, participando desde la distancia de su espíritu de rebeldía, de sus ansías de libertad y su forma más bien ácrata de conducirse por la vida. Desde ese punto de vista, igual que en el caso de Javier Cercas, la historia tiene por ello para mí ciertos tintes autobiográficos.